BAJO EL SOL DE LA TOSCANA

4am suena el despertador y nos vamos caminando a Plaza Cataluña, el Aerobus A2 nos pasa por las narices y ya empiezo a rezar para que no perdamos el avión. Es que después de perderlo en Navidad yendo a París, sumado a mi exageración en todo relacionado a los horarios tomar un avión ahora es aún más crítico que antes.
Después de 10 minutos de espera (igual a 10 min de rezos) llega el Aerobus, llegamos a la T2 con la suerte de que es la menos concurrida, pasamos el control y ya estamos en la puerta de embarque.
Como de costumbre con las low cost, uno se estresa por llegar antes de que cierren las puertas y ellos por definición se van a atrasar. Nosotros siempre esperamos, ellos nunca.
Ahora ya en el avión aprovechó para dormir un poco y cuando siento olor a café, me despierto con el azafato al lado. Té con leche y croissant de chocolate: 5€, bastante bien de precio considerando el monopolio que hay en la nave.
Todo caliente me quema el paladar, y maldigo mi ansiedad, es que hay hambre! 
En fin cosas de la vida. Ahora por descender...
Aterrizados, hacemos un tour por el parking, según indicaciones de la compañía de alquiler de auto, después de preguntar a varios, y debo agregar, mala onda, llamamos para que nos busquen. Nos llevan al parking del rental y nos hacemos con un Peugeot 208 que será nuestra Machina este finde.
Ponemos rumbo a Siena con una parada en San Gimignano, que recuerdo hace dos años, en el viaje familiar, como entramos salimos por la cantidad de gente que había. Esperemos tener suerte era vez...
San Gimignano explota de gente y al ser tan chiquito parece que aún hay más. Todo color marrón claro o tal vez amarillo o si le da el sol dorado, es una fortaleza en lo alto de una montaña, el auto queda en un parking y subimos al casco, después de dar una vuelta y tomarnos un café, seguimos camino. Siena es el destino final.
En Siena nos espera la típica casa de la Toscana, por fuera un jardín con mucho verde y por dentro el olor de los años, de muebles lustrados mil veces, de espejos manchados y pisos gastados.
Elisa es su dueña, una mujer grande con una trenza larga y blanca que nos saluda con un Buongiorno y una sonrisa.
La cocina se comparte y es todo lo que se puede esperar, una mesa grande, un vajillero que cubre toda la pared, lleno de libros y revistas y no se cuántos juegos de cubiertos, y una ventana abierta que da al jardín.
Partimos caminando al centro a almorzar,  como no puede ser de otra forma elegimos pasta y mamma mía! Qué pasta!
Después de un descanso seguimos, aprendemos que Siena tiene 17 distritos o barrios y cada uno tiene su contrada (bandera) cada una con colores y animal particular. Ponemos rumbo al Santuario de Santa Catalina, y hay dos cosas que sorprenden la ausencia de turistas y el patio con arcos del santuario, todo un espacio abierto donde mármol, flores y color Siena se mezclan en perfecta armonía. Se respira paz, como en toda la ciudad.
Después de una parada técnica de vuelta 'a nuestra casa' volvemos al centro, para ver la ciudad de noche. De pronto Siena se ha llenado de juventud, la gente come en la calle, sentada en escalones o en la puerta de los bares, cada uno hace la suya y se respira un ambiente agradable y relajado.
Para seguir la costumbre según lo que vemos, compramos dos pizzas, y en un súper, coca, fanta y un bowl de frutas (la ilusión de hacerse los saludables). Con nuestras municiones nos vamos a la Piazza del Campo, y sentados en el piso disfrutamos nuestra comida. Es una plaza muy distinta a las del resto de Europa, primero por que al medio no tiene ninguna fuente o monumento principal, sino una torre en uno de sus lados. Y después porque está "en bajada", supongo que por la caída del agua cuando llueve, lo que debe permitir que no se inunde.
Después de comer, nos perdemos en unas callecitas y llegamos a la fiesta de un barrio, estos tienen un pez en la bandera, pero no nos dejan pasar, es sólo para vecinos. Eso me gusta, que puedan estar tranquilos con sus tradiciones sin una orda de turistas mirando y haciendo selfies.
Así termina el sábado en Siena.
El domingo desayunamos "on the go" mientras vamos a ver el Duomo, y es imponente. Parecido al de Florencia en colores y materiales, tiene una ventaja y es que hay perspectiva para mirarlo.
Me impresiona el detalle, la perfección de todos los diseños y me quedo impactada pensando, que todo es hecho a mano, sin cortadora laser, ni electricidad. Es alucinante...
Antes de pegar la vuelta compramos foccacia, salame y queso en un "regional" y partimos a Bolonia, a las 19.50 sale el avión.
En Bolonia hacemos picnic en la plaza principal mientras escuchamos a dos chicos que cantan Coldplay y Ed Sheeran y tienen a todos embelesados. Es un buen toque para un domingo al mediodía con 26 grados y un cielo azul despejado.
Después de un último expresso, ponemos rumbo al aeropuerto, devolvemos el auto y de a poco se siente esa sensación de final con sabor agridulce.
El vuelo se atrasa una hora, que la pasamos arriba del avión.
A las 12am Barcelona nos recibe con una noche estrellada y un frío gélido. Mañana es lunes, de a poco volvemos a la realidad...pero siempre tendremos la Toscana, su color Siena, sus casas de techos a dos aguas e hileras de cipreses siempre verdes, y si,  fue como estar un poco en casa.

Comentarios

  1. Q emocionante leerte!!!
    Cada descripción...de comer , de colores, de los pinos de nuestra casa; nuestra pui toscanni😍😍bsss

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  2. Fue un viajar con vos. Te quiero! Me encanta

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  3. Gracias por hacerme sentir por un rato que estaba de viaje! Me encantó leerte amiga! Te quiero

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